Demasiadas veces nos falta vocabulario emocional, palabras que nos sirvan para expresar lo que sentimos, nos cuesta definir lo que sentimos o lo que hemos sentido, nos cuesta definirnos y si no sabemos definir nuestros sentimientos ¿cómo vamos a aprender a gestionarlos? O lo que aún es más complicado ¿cómo les vamos a enseñar a nuestros hijos a gestionar los suyos?
La neurociencia ya nos ha dejado claro en numerosas ocasiones que las emociones tienen un papel protagónico en el proceso de crecimiento y aprendizaje, de ahí la importancia de distinguirlas, definirlas y gestionarlas adecuadamente.
Un juego en familia
Una cápsula del tiempo emocional puede ser la excusa perfecta para jugar a identificar las emociones de toda la familia.
Los hijos tienden a recordar esos momentos complicados en los que sus padres les apoyamos, ese apoyo emocional es fundamental para que ellos aprendan a desarrollar su propia resiliencia y sus propias habilidades a la hora de afrontar nuevos desafíos.
Por eso es interesante planteamientos que de una manera lúdica y divertida nos muestren cómo podemos entre todos ayudarnos a identificar y gestionar nuestras emociones.
Partimos por crear nuestra propia cápsula del tiempo en la que vamos a guardar distintos objetos por las razones que sean. Cada miembro de la familia creará su propia cápsula y todos guardan en ella el mismo número de objetos (1, 2, 5,...).
Lo vamos a guardar durante un periodo de tiempo, puede ser hasta las navidades del año que viene para abrirlas todos juntos o podemos abrirlas de una en una cuando llegue el cumpleaños de cada uno, siempre que nos reunamos de nuevo los que hemos creado cada cápsula. La idea es compartir ese momento, compartir los recuerdos, las emociones, las ilusiones e incluso las metas, la idea es crear un vínculo entre los participantes en el juego.
El paso del tiempo
Además, podemos guardar cada uno en su cápsula una reflexión anotada en un papel. Sobre cómo nos sentimos en ese momento, sobre lo que pensamos que haremos en el futuro, algo que realmente sea personal.
Las emociones básicas como el miedo o la alegría son sencillas de reconocer y fáciles de expresar, hay otras que se llenan de matices y nos complican mucho más la posibilidad de expresarlas o incluso de reconocerlas, como pasa con la frustración, la admiración o la nostalgia. Eso es lo que tenemos que reflejar en ese papel.
La idea es que al abrir las cápsulas veamos no solo los objetos sino también cómo nos sentíamos, qué esperábamos del futuro, cuáles eran nuestros planes y cómo nos sentimos en este momento, qué diferencias hay entre ambos.
Puede ser un ejercicio muy interesante para plantearlo con nuestros hijos, por ejemplo al principio y al final de las vacaciones de navidad o con el tiempo que queramos darnos. Es un ejercicio con el que reforzar vínculos afectivos, con el que conocernos mejor a nosotros mismos y por supuesto a nuestros hijos e hijas. Es un juego en el que todos ganamos.

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