Por qué los despertares para ir al cole pueden ser una tortura en los niños con altas capacidades

“Se viene el drama”, es la frase que utiliza la experta en altas capacidades para explicar lo que nos pasa en la cabeza a los adultos en la hora previa a ir al cole con nuestros hijos con altas capacidades. Esta es una frase que decimos mucho en casa.
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No soy partidario de escribir en primera persona, algo más propio de blogs que de piezas periodísticas, pero con las altas capacidades no sé muy bien si tecleo como padre o como periodista. Creo que es una mezcla. Por eso, comparto a menudo los post divulgativos que publica en su perfil de Instagram Beatriz Belinchón. Por un lado, son didácticos y todos aprendemos; son una fuente magnífica de inspiración y de información. Y, por otro lado, nos vemos muy representados como familia que convive con altas capacidades.

Este doble prisma, padre y periodista, desde el que escribo estas piezas sobre altas capacidades, lo vuelvo a experimentar en esta ocasión. Y es que, tras leer la publicación de las expertas sobre los despertares que tienen para ir al cole y la tortura que puede ser la primera hora del día para muchas familias con hijos con altas capacidades, no he podido reprimir mis ganas de escribir y compartir sobre ello.

Explica Beatriz Belinchón que ha escrito el post para “acompañaros en esos despertares”. Se refiere a todos los adultos que tienen peques en casa con altas capacidades. Y advierte que quien lea el post puede pensar que no sólo es propio de los niños y niñas altamente sensibles o de las altas capacidades. “Puede ser verdad hasta que entramos a valorar la intensidad 4.0 que se puede dar en estos perfiles ante cualquiera de las situaciones que comento”, avisa la especialista. Creo, sin ánimo de querer razón, que lleva razón.

Y es que si ya es difícil enfrentarse al reto que supone hacer todas las tareas que las mañanas de cole y trabajo requieren con cualquier menor en casa, con las altas capacidades en determinados perfiles, la cosa se complica mucho. Hasta el punto de que es habitual desear pegar un grito o soltar alguna lágrima, en función de cómo expreses tus emociones, en cuanto les dejas en el cole.

Niña cansada

Algunos ejemplos concretos

Hay una frase con la que Beatriz Belinchón arranca el post que inspira y documenta esta pieza con el que refleja muy bien cómo es la hora antes de ir al cole: “En cuestión de minutos pasa de ser ‘el peor día de mi vida a hoy es el mejor día de mi vida’”. O lo contrario. Y es tal cual.

Sin saber por qué, lo que el día anterior les valía, puede no valer. Y si tienes suerte, quizá ocurra al revés, así que no está mal probar de nuevo cuando pasen algunos días de aquel “no”. Pasa, por ejemplo, con la ropa y el calzado. Los calcetines que pican o tienen costuras, las mallas que están demasiado ajustadas, las gomas de la cintura del pantalón de chándal o las zapatillas, que le aprietan. Todo esto pudo llevarlo el día anterior encantado o encantada de la vida. Y claro, no hay solución: no es como la etiqueta, que la cortas. En nuestro caso, el consejo, dado que no llevan uniforme al cole nuestras peques, es buscar un look alternativo, pero si lleva uniforme, solo puedo desearos suerte para capear el temporal lo mejor posible. Y es que, como Beatriz Belinchón dice, “se viene el drama”...

Cuidado, que los que nos manejamos uniformes no lo tenemos más fácil antes de ir al cole. Nuestros peques con altas capacidades pueden enfadarse o “cruzarse”, que es el verbo que nos viene antes a la cabeza en casa, porque el peine le hace daño o no sirve, porque la coleta no está impecable o porque la taza del desayuno no les gusta. Sí, la misma que eligió hace 24 horas.

Y qué decir de los “despistes”. Beatriz Belinchón cita el de la preparación de la mochila (“es como el que oye llover”, dice) o el de la puntualidad, cuando haces todo lo posible por llegar a tiempo, les pides colaboración de la mejor forma posible durante toda la mañana y no son capaces de reaccionar. Todo esto, que es habitual entre los niños, se multiplica en las altas capacidades. Por ejemplo, viviendo enfrente del cole literalmente, no les vale a mis hijas con una hora para levantarse, asearse, vestirse y desayunar. Pero si las levantas hora y cuarto antes, tampoco valdrá. Y lo mismo ocurre con la ropa o la mochila: no es la primera vez que nuestra peque con altas capacidades se va al cole todo el día con el pantalón del pijama puesto…

De camino al cole

Estas cosas, como explica Beatriz Belinchón, no pasan porque piensen que la mochila se la va a preparar alguien, porque quieran llegar tarde a clase o porque estén de mal humor en un momento dado. Pasan porque sus cerebros funcionan de una manera distinta. Y en el caso concreto de los despistes, es que, simplemente, no les importa absolutamente nada lo que tienen entre manos, ya sea vestirse o hacer la mochila.

Nada mejor para cerrar esta pieza a modo de reflexión que quien la ha inspirado. “Es normal que los niños se levanten con sueño y con pocas ganas. Que el momento desayuno-salida-llegada sea a la carrera. Es normal que no quieran ir al cole porque se aburren o porque prefieren quedarse en casa. Es normal que con las prisas se pongan nerviosos y haya despistes. Es normal no tener la autonomía suficiente para hacer determinadas cosas, sin control prenatal. Pero creo que las familias con altas capacidades sabemos que el grado de intensidad ante estas situaciones es mucho más alto y complejo de gestionar, es otro nivel”, concluye Beatriz Belinchón. “Cualquiera que lo viva sabe la catarsis que se vive cada mañana”, apostilla.

No puedo estar más de acuerdo.

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