La paternidad y la gestión de la información: “seguro que hasta Álvaro Bilbao mete la pata de vez en cuando”

Una reflexión en primera persona pensando en todas aquellas madres y padres primerizos que acaban de serlo o lo serán muy pronto durante el 2024 que acaba de empezar. 
Padre e hija

Me pongo por primera vez este año delante del teclado para escribir en primera persona, algo que no deberíamos hacer mucho los periodistas. No tanto por la ética periodística y lo que nos enseñaron hace más años que Matusalén en la facultad, que también (pero poco), sino porque engancha y asusta al mismo tiempo. Suelo hacerlo para compartir experiencias en primera persona sobre la crianza, especialmente relacionadas con las altas capacidades de nuestra peque mayor, pero esta vez, por ser la primera del año, he pensado en todas las mamás y papás primerizos que están por llegar o que acaban de serlo. A todas ellas y ellos tengo algo que decirles: “No olvidéis que, seguramente, hasta Álvaro Bilbao meta la pata de vez en cuando”.

Me autoentrecomillo porque esta frase, y algunas otras muy parecidas, con el mismo mensaje y objetivo, las pienso a menudo cuando me paro a pensar en lo que hago como padre en mi día a día. En cierto modo, me consuela. No conozco personalmente al neuropsicólogo más conocido del país, referente número 1 para padres y madres primerizos (y los que no ya hemos repetido), pero quiero pensar que él tampoco consigue ejercer la maternidad/paternidad como la ciencia, los libros y expertos (como él) aconsejan hacerlo. A mí me parece imposible, y como utopía que es, dejé de perseguir este objetivo hace tiempo, cuando asumí que lo era, que no es lo mismo que dejarse ir y no tratar de poner en práctica los consejos que gracias a la investigación y el conocimiento sabemos que funcionan en esta dificilísima tarea que es acompañar a nuestros peques en la crianza.

Revisarse a uno mismo me parece uno de los ejercicios más interesantes y saludables que existen, y esto lo sé desde que descubrí la paternidad. Nunca pensé que sería un camino bidireccional, pero aprendí rápido que lo es. Afortunadamente. Creo, eso sí, que es mucho más efectivo y enriquecedor hacerlo desde el error, desde la “derrota”, que en el contexto de la crianza para mí es sinónimo de grito y de hablar con desprecio fruto de la desesperación, la rabia acumulada, el cansancio y la frustración (no necesariamente en este orden ni en esta combinación; a veces es todo y en ocasiones, solo uno de los cuatro motivos). Dicho de otro modo, de no haber sido capaz de acompañar y proveer a mis peques de lo que necesitan emocionalmente de mí.

Leer libros, escuchar a los que saben, ir al psicólogo infantil, cosa que recomiendo encarecidamente —no soy de dar consejos, pero a mí hay pocas decisiones que me hayan ayudado más en la paternidad—, y sí, seguir perfiles de divulgadores en la materia como Álvaro Bilbao ayuda muchísimo porque se aprende. Pero también puede llegar a agobiar un poco, sobre todo si eres papá o mamá primeriza. Y no se trata de que rápidamente tires la toalla y pases a hacer las cosas como las hicieron contigo (salvo excepciones, no las hicieron “bien”, pero no sabían lo que nosotros sabemos ahora) en la infancia. Ni tampoco de que se convierta en algo obsesivo que te afecte a tu salud mental.

Padre e hija - iStock

Por eso, hay que aprender a relativizar, y asumir que vas a meter la pata. Que te vas a poner nerviosa/o, que puede que grites o digas algo de lo que te arrepientas más tarde o más temprano. Puede que un día no puedas con tu alma y caiga una cena malsana o les dejes ver la tele media horita más. Puede que les dejes acostarse sin ducharse después de un día de cole, extraescolares y parque (esto ya verás que es “tendencia viral”), puede que hagas una excepción y hagáis peli-manta en vez de jugar en el suelo una tarde en la que no te encuentras bien… No pasa nada si de verdad es una excepción y eres consciente de que lo es.

No es este texto un alegato a la manida expresión “una vez al año no hace daño” o esa excusa del “un día es un día”. Solo es una reflexión en voz alta, ni siquiera un consejo (consejos vendo y para mí no tengo…) sobre mi experiencia con la paternidad y la gestión de la información, algo con lo que lidio desde hace ya 7 años desde los dos frentes, el del papá y el del periodista que está al día, empapado de información especializada en forma de post de redes sociales, podcasts, notas de prensa de asociaciones médicas, estudios y artículos informativos.

Información, sí. Rotundamente. Y priorizar nuestra salud mental cuando hace falta, también. Ambas cosas son compatibles y positivas porque las dos, y así lo he aprendido en estos siete años, repercuten en nuestros hijos e hijas para bien.

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