¿Tu hijo no quiere probar alimentos nuevos? ¿Siempre quiere tomar las mismas comidas? Es probable que tu hijo tenga neofobia, un comportamiento habitual en niños pequeños. Sigue leyendo para descubrir de qué trata y consejos que puedes aplicar para ayudarlo a superarla.
La neofobia alimentaria es un miedo relacionado con la comida con el que se evita consumir ciertos alimentos debido a varias causas: su sabor, su textura, su olor, su aspecto… Es una afección habitual en niños (sobre todo en aquellos de entre dos y tres años) y no es un problema como tal, pero sí que es importante gestionarlo bien para que no haya repercusiones en el presente y en el futuro.
Los niños que la padecen suelen tener efectos negativos en su dieta, todo porque tienen una alimentación más pobre, menos equilibrada y menos variada. Además, lo más típico es que se consuman pocas frutas y verduras, pero muchas grasas saturadas.

¿Por qué aparece?
- Para empezar, puede tener que ver nuestra propia evolución. Como mecanismo de defensa, los humanos rechazamos alimentos nuevos que puedan suponer un riesgo para nosotros. Es decir, que aparece de manera instintiva como supervivencia.
- Por otra parte, las papilas gustativas instintivamente suelen tener mayor preferencia por los sabores dulces frente a los amargos o ácidos, por ejemplo.
- También, una causa habitual es haber pasado por una mala experiencia con un determinado alimento, por ejemplo, haberse atragantado al comerlo. O incluso, haber presenciado alguna mala vivencia de otra persona.

Cómo podemos actuar
Para superar la neofobia, lo mejor que se puede hacer es ofrecer una buena alimentación y una educación adecuada. Para ello, podemos tomar nota de estos consejos:
- Se debe mantener la calma pensando que se trata de una fase normal en los niños. Por eso, no hay que ser impacientes, no queremos crear un momento de tensión.
- Nunca de debe obligar a comer un alimento que se rechaza, de lo contrario podemos conseguir el efecto contrario y que un niño pueda acabar rechazando aún más alimentos por la experiencia negativa. Lo mejor es continuar ofreciendo el alimento, ya que el objetivo es que se vaya habituando a él poco a poco.
- No se debe utilizar la comida como un castigo. Nunca debemos decir, “si no haces los deberes, te daré espinacas para cenar”, por ejemplo. Tampoco del lado contrario, no se debe decir “si te comes eso te compro un juguete” o “si te lo comes, te daré un dulce de postre”. Esto es porque no se debe entender que el dulce es el premio y la comida que no quiere el niño, el castigo.
- Lo más efectivo es crear experiencias positivas en torno a la comida y la alimentación. Intenta hablar de los alimentos, de sus nombres, de los beneficios que aporta al cuerpo… Además, también pueden ir los niños a la compra o ayudar a preparar la comida. Les será mucho más fácil probar un alimento si lo han cocinado ellos.
- Es muy importante la presentación. Si los niños rechazan un alimento por su textura, quizá se puede cocinar de otra manera. Si un alimento tiene un aspecto no muy atractivo, ¿por qué no hacer que se vea más apetecible? Y si el sabor es lo que no gusta, ¿por qué no combinarlo con otros alimentos que sí toman?
- Por supuesto, tampoco debemos preocuparnos por la cantidad, es más importante la calidad de los alimentos a que el peque se acabe todo el plato.
- Sé comprensivo. A todo el mundo le puede no gustar un alimento concreto, así que si alguna vez el niño te pide si puede intercambiar uno por otro, también puedes escuchar sus preferencias.