El Ministerio de Juventud e Infancia ha hecho público el Informe de Prevalencia de la Violencia contra la Infancia y la Adolescencia, el primer estudio de ámbito estatal que mide, con base científica, la frecuencia y las formas de maltrato vividas por niños, niñas y jóvenes en España. El documento ofrece una imagen inédita y contundente de una realidad que, hasta ahora, apenas se intuía entre estadísticas dispersas.
Hasta hoy, España no contaba con una medición nacional sobre la violencia sufrida en la infancia. El nuevo informe, presentado este 9 de octubre por el Ministerio de Juventud e Infancia, marca un punto de inflexión: su objetivo no es solo conocer los datos, sino establecer una base de evidencia que oriente las políticas públicas y las estrategias de prevención.
El estudio se ha realizado siguiendo la metodología internacional de la Organización Mundial de la Salud, adaptada al contexto español. A través de un cuestionario anónimo y representativo, se ha preguntado a jóvenes de entre 18 y 24 años sobre las experiencias de violencia vividas antes de la mayoría de edad. Los resultados, según ha subrayado la ministra Sira Rego, ofrecen “una fotografía dolorosa, pero imprescindible para construir entornos seguros para la infancia”.

Más de la mitad de los jóvenes ha sufrido violencia
Los datos principales del informe sitúan la prevalencia total de la violencia en la infancia y adolescencia en el 56% de los jóvenes encuestados. No es este el único dato reseñable de la investigación. Los datos del informe recién presentado por el Ministerio de Infancia son realmente llamativos y preocupantes. Estos son los más destacados:
- El 48,1% declara haber sufrido violencia psicológica en la minoría de edad.
- El 40,5%, violencia física.
- El 28,9%, violencia sexual.
- A estas se suman la violencia digital (24,9 %), la violencia en la pareja (25,7 %) y la negligencia o abandono (24,4 %).
Los autores destacan que estas cifras no se refieren a un fenómeno puntual, sino a la exposición acumulada a distintos tipos de violencia en etapas tempranas del desarrollo.
Mención aparte merecen las personas con discapacidad, ya que el informe detecta una mayor prevalencia de violencia en menores en este colectivo. Las causas son múltiples: dependencia física o comunicativa, entornos institucionalizados y una menor capacidad para ser escuchados o creídos, entre otras. El ministerio advierte que este grupo enfrenta un riesgo significativamente superior de sufrir violencia sexual y emocional, una tendencia ya observada por la OMS en otros países.
Dónde ocurre y quién agrede
El informe diferencia los contextos y las edades. En los casos de violencia sexual durante la adolescencia, por ejemplo, los principales agresores identificados son parejas o exparejas (32,3 %), seguidos de desconocidos (25,6 %), padres (15,7 %) y madres (11,5 %).
Durante la infancia, la violencia más frecuente es la física y psicológica, habitualmente en el entorno familiar o escolar: no vamos a descubrir ahora el problema del bulliying en los centros educativos, pero este estudio sí refuerza la existencia de dicho problema. Y refuerza también la petición la demanda del consejo de infancia de UNICEF al Gobierno para prevenir la violencia infantil: figuras de confianza y psicólogos en los colegios.
En paralelo, el documento subraya que tanto madres como padres pueden estar implicados como perpetradores, lo que evidencia que la violencia infantil no responde a un único perfil.
También se recogen situaciones en el entorno digital, sanitario o judicial, donde el trato inadecuado o la falta de escucha pueden revictimizar a los menores.

El silencio de las víctimas
Uno de los hallazgos más preocupantes de este informe pionero en España es la baja tasa de comunicación o denuncia por parte de las víctimas que algún tipo de violencia en la infancia y/o adolescencia.
En la violencia psicológica, la mitad de las víctimas no hizo nada tras lo vivido, y solo un 10,2% recibió atención especializada. En la física, ese porcentaje desciende al 7,6%. En la sexual, el 52,5 % nunca habló de lo ocurrido, y únicamente el 9,6% llegó a presentar denuncia.
El ministerio señala que esta falta de respuesta refleja la escasez de canales de confianza y el peso del estigma, especialmente cuando la violencia se produce dentro del hogar. Por eso es tan importnate generar espacios de confianza para los menores de edad y también ofrecerles figuras de confianza. Es una de las funciones que busca la figura, todavía no demasiado desarrollada, del coordinador de bienestar.
Recopilar datos para trabajar en la prevención
El ministerio de Infancia ha propuesto dar continuidad a este informe, como ya se hace con otros como el Barómetro de la Opinión de la Infancia y Adolescencia. La idea del organismo público que vela por los intereses y derechos de los menores de edad en nuestro país es repetir este tipo de estudios cada dos años y traducir los resultados en medidas concretas. Estas son algunas de las más destacadas:
- Reforzar la formación en prevención y detección temprana en escuelas, centros de salud y servicios sociales.
- Establecer protocolos de actuación adaptados a la edad y circunstancias de las víctimas.
- Garantizar una atención psicológica accesible y especializada.
- Promover una educación afectivo-sexual y digital integral, desde edades tempranas.
La ministra Sira Rego ha insistido en que la violencia contra la infancia “no es un asunto privado, sino un problema estructural que compete al Estado”. El tiempo dirá si el proyecto tiene continuidad, pero, de momento, por primera vez, España cuenta con una base sólida para medir y entender la violencia que sufren los menores. "Conocer la magnitud de la violencia es el primer paso para erradicarla”. concluye el informe.

Referencias
- Ministerio de Juventud e Infancia (2025). Informe de Prevalencia de la Violencia contra la Infancia y la Adolescencia. Presentado el 9 de octubre de 2025.
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