¿Qué haces cuando tu hijo desobedece, no hace caso de lo que le dices, hace algo que consideras inconveniente… en definitiva, qué haces cuándo sobrepasa un límite? ¿Le dices frases tipo “¡Ya estamos otra vez!” “¿Es que eres sordo?” “¿No ves que te estoy diciendo que no cojas eso?” … ¿O actúas como si no hubiera pasado nada?
La pedagoga, Beatriz Maya, explica en su libro “Crecer sano, crecer feliz” la manera correcta de actuar si nuestro hijo se salta las normas. Además, ofrece pistas para averiguar por qué lo hace. De esta forma, al comprender por qué tu hijo actúa así en determinadas ocasiones, te resultará más fácil resolver este tipo de situaciones la próxima vez.
Maya afirma que se pueden aprovechar estos comportamientos para hacer que las consecuencias sean positivas, en vez de emplear frases humillantes como las que comentábamos al principio o dejar pasar lo sucedido sin más.
La pedagoga sostiene que “si, por ejemplo, lo que estábamos pidiendo era que no cogiera el jarrón de la abuela y al final este se ha roto, aprovecharemos esta situación para exponer cómo nos sentimos todas las personas involucradas y para buscar juntos la mejor manera de resolver el problema”.
No será fácil mantener la calma ante determinadas situaciones, apunta la experta, pero los gritos, los castigos o las amenazas solo aportarán efectos negativos y perjudiciales para el desarrollo de nuestro hijo, no harán que aprenda mejor.

Conviene estar atentos porque, si nuestro peque sobrepasa los límites de manera continua, es señal de que algo no va bien o no está funcionando como debería, explica la pedagoga. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, si averiguamos la causa que puede estar provocando ese comportamiento daremos con la clave para poder cambiarlo y convertir esos momentos en una oportunidad de aprendizaje.
¿Por qué los límites no funcionan con nuestro peque?
La autora de “Crecer sano, crecer feliz” enumera las posibles causas que pueden provocar ese tipo de actitudes en los más pequeños. Según Maya, puede ser que…
- Pongamos demasiados límites en nuestro día a día: nuestra función no será limitar cada paso o acción que lleva a cabo nuestro peque, sino, establecer límites solo cuando sus acciones afecten a la seguridad, al respeto o a la convivencia. Así pues, lejos del, Estate quieto, No interrumpas, No toques eso o No hables así, podremos pararnos a pensar: Esto que le estoy pidiendo a mi peque, ¿es realmente necesario?
- Los límites no estén ajustados a su edad o a sus necesidades: En otras ocasiones pretendemos que nuestro peque desarrolle actitudes o comportamientos para los que, por su propio desarrollo, no está preparado. Por ejemplo, que permanezca sentado una cantidad de tiempo demasiado larga o que sea capaz de controlar ciertas reacciones que todavía no es capaz de controlar..
- Nos falta constancia: Esto es así. Tan real como la vida misma. Nuestro tiempo, nuestra energía y nuestras ganas no siempre son las mismas, pero tenemos que saber que esa falta de constancia puede ser, precisamente, la causante de que las cosas que hacemos bien algunos días no funcionen. Y sin caer en la culpa y en la sobreexigencia, nuestro objetivo no será hacer la cosas perfectas en todo momento, sino marcarnos cada día pequeños objetivos que sí podemos alcanzar (por ejemplo, ante cinco rabietas, acompañar cuatro de forma respetuosa)
- No existen alternativas: Siempre que establezcamos un límite , tenemos que asegurarnos de que también ofrecemos alguna alternativa a nuestro peque que sí pueda hacer en ese momento (no puedes x, pero sí puedes Y). De lo contrario, la única opción que tendrá será sobrepasar el límite establecido.
- Nos falta paciencia: Este ingrediente es imprescindible, en todo lo que se refiere a nuestro peque y en muchísimas ocasiones es al que más nos cuesta recurrir. Los cambios no tienen lugar de un día para otro, pero si no desesperamos , esos cambios llegan para quedarse, mejorando nuestra vida de forma determinante.
TAMBIÉN LEE: