La famosa frase de George Bernard Shaw que dice aquello de que “no dejamos de jugar porque nos hagamos viejos; nos hacemos viejos porque dejamos de jugar”, ya deja clara la importancia del juego en la salud mental, de los niños y también de los adultos.
El juego permite a los niños aprender, de hecho hay numerosas corrientes pedagógicas que plantean el aprendizaje a través del juego, como hace la metodología Montessori y pedagogas como María Couso que defienden que “el juego es la herramienta más potente que tenemos para el desarrollo cognitivo del niño”.
Aprendemos jugando, de hecho se sabe que los bebés que juegan con la comida aprenden antes a comer que aquellos que no lo han hecho.
Pero además de todo esto que ya es importante, es que a través del juego los niños dan sentido al mundo que les rodea, porque mientras están jugando, al mismo tiempo que se divierten, están trabajando de forma inconsciente sus habilidades motoras, cognitivas, sociales y emocionales. Por todo esto es por lo que el juego es fundamental en el refuerzo positivo de la salud mental de tu hijo.
El juego y el desarrollo cognitivo
El juego, jugar, es una actividad fundamental para el desarrollo de cualquier niño porque es evidente que se trata de su forma natural de aprender, el juego surge de una curiosidad primaria. De hecho si recordamos cuando nuestros hijos eran más pequeños seguro que les recordamos jugando.
Para María Couso, hablar de juego significa hablar de desarrollo motor, desarrollo sensorial, desarrollo lingüístico y por supuesto, desarrollo de las funciones cognitivas de orden superior en el niño o la niña.
Es clave que pensemos que mientras juega nuestro hijo está aprendiendo en distintos niveles, jugar sin prejuicios y libremente es una actividad que solo le va a traer beneficios a su desarrollo, de hecho el juego entre iguales le enseñará a hacer amigos y a relacionarse, cuando sea un poquito más mayor.
Sin embargo, también somos conscientes que según van creciendo, nuestros hijos dejan de jugar, abandonan estas dinámicas y nos encontramos con niños de 10 años que ya no juegan en los recreos, lo que sabemos que tiene un efecto sobre la salud física y mental.
Reforzar los vínculos
El juego, pasar tiempo jugando con nuestros hijos, es una herramienta muy eficaz sino la más eficaz, para reforzar los vínculos entre los niños y sus cuidadores. Es un momento alegre, de diversión en el que se fomenta la cercanía y la complicidad.
Los adultos somos los primeros compañeros de juego de nuestro hijo y ahí podemos ayudarles a aprender y a establecer vínculos, además y no menos importante, nosotros también podemos esforzarnos por aprender a ver el mundo desde la perspectiva de nuestro hijo.
Jugando con los niños les estamos proporcionando no solo diversión o entretenimiento, también atención, consuelo, amor y les estamos enseñando a desarrollar aptitudes emocionales y sociales que van a ser fundamentales para su bienestar en el futuro y su buena salud mental y emocional.

Fomentar la autoestima
Jugando van a ir aprendiendo de forma progresiva a buscar soluciones creativas a los problemas y las estrategias que surgen en el juego, eso hace que mejore su autoestima porque se dan cuenta de que han logrado superarse y han demostrado que pueden hacerlo.
Si además juegan con mamá o papá, a esto le añadimos la percepción de sentirse valorados y que es divertido para nosotros jugar con ellos. Por eso es importante no ser un padre distraído cuando juegas con los niños y que nos involucremos en el juego al cien por cien.
Es una forma de compartir experiencias, de disfrutar del tiempo que tenemos para pasarlo juntos y de no convertirnos en un "padre ausente" en la educación y la vida de nuestro hijo.
Disminuye los niveles de estrés
Si el juego tiene algo de actividad física como puede ser cantar, bailar o algún juego con movimiento al aire libre, será una forma magnífica de aliviar el estrés pero no solo del niño, también del adulto. Jugar protege de los efectos negativos de la exposición prolongada al estrés en los niños y las niñas.
El hecho de estar disfrutando juntos hace que nuestro organismo libere endorfinas, las llamadas “hormonas de la felicidad”, que consiguen que nos encontremos mucho mejor que antes de empezar a jugar.
Aunque sean juegos cortitos o juegos tranquilos o sencillos, son un buen momento para construir momentos que se queden en su memoria, algo que nunca van a olvidar de su relación con sus padres.
Entender situaciones complicadas
Enfrentarse a problemas emocionales complejos cuando eres un niño o una niña no es fácil y a través del juego encuentran en muchas ocasiones, una magnífica forma para expresar lo que sienten y cómo entienden la situación que pueda estar causando ese problema.
Es muy sano darles espacio para jugar, no dirigir el juego, para que puedan procesar sentimientos y emociones como el dolor, la pérdida o el miedo, siempre actuando de forma natural como los niños que son.

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