El 'Efecto Pigmalión' o cómo presionan las expectativas a tu hijo

¿Y si nuestra percepción y expectativas fueran, en gran parte, responsables de las actitudes y conductas de los demás?
Efecto Pigmalion

A menudo los padres se refieren a sus hijos usando frases como “es un niño tímido”, “es muy desobediente” o “nunca se entera de nada”. Aunque no sean plenamente conscientes de ello, estas frases implican que se ha realizado un juicio de valor, que los padres han juzgado y etiquetado al niño, de forma prematura e inadecuada.

De hecho, este tipo de frases, repetidas una y otra vez, pueden terminar enquistándose en el inconsciente infantil, hasta que se convierten en una profecía autocumplida. Es lo que en el marco de la Psicología se conoce como Efecto Pigmalión.

Efecto Pigmalion - gpointstudio/Freepik

Hoy por hoy, aún no somos conscientes de los efectos que nuestras percepciones, etiquetas, expectativas... tienen en los demás. Siempre buscamos motivos ajenos a nosotros para justificar las actuaciones de los demás. ¿Y si nuestra percepción y expectativas fueran, en gran parte, responsables de las actitudes y conductas de los demás? El Efecto Pigmalión asegura que las expectativas y las etiquetas que proyectamos sobre un niño pueden determinar su comportamiento y personalidad. Este efecto se estudió específicamente en las aulas, dentro de un estudio académico pero se puede extrapolar a cualquier situación cotidiana.

Pongamos un ejemplo práctico de la vida de nuestros hijos

Situémonos en el aula, por ejemplo. La profesora, realiza una prueba, un control. En esta prueba los alumnos obtienen distintas notas, entre ellas un alumno un 10 y otro alumno un 2. Inconscientemente esto genera unas expectativas en la profesora: el alumno del 10 probablemente sea brillante y el alumno del 2 probablemente no tenga grandes capacidades.

¿Cómo actúa en estos casos nuestro juicio? Nuestro juicio pretende cumplir, de manera inconsciente, nuestras propias expectativas. Por ello es sencillo que la profesora motive al alumno de 10 hacia nuevos retos, le proporcione material más estimulante, le premie y le felicite con mayor frecuencia mientras que al alumno de 2 no le exigirá más de lo que ella considera que puede dar (aunque no se corresponda con la realidad), se conformará con cualquier ejercicio o actividad realizada medianamente bien y no tratará de crearle una mayor estimulación e interés. Incluso si el alumno de 10 un día tiene una puntuación baja en cualquier actividad, la profesora buscará motivos ajenos a las capacidades alumno (cansancio, mal día, concentración) para justificar aquella nota. De la misma manera si un día el alumno 2 obtiene una puntuación alta,  buscará motivos ajenos a las capacidades del alumno. Evidentemente estas herramientas que proporciona la profesora tiene un efecto directo en lo que a facilidades académicas se refiere pero, ¿qué hay de la autoestima? ¿qué hay de la percepción que tiene el alumno de 2?

El alumno de 2 se acostumbrará a recibir inputs que le hacen creer que su capacidad es menor a la del resto, su dificultad mayor y por tanto sus habilidades están en desventaja. Él te dará lo que esperas de él, la etiqueta que de manera inconsciente se ha colocado sobre el alumno 2, tendrá consecuencias en su propia percepción, consecuencias en sus actos y consecuencias en su forma de verse a sí mismo. Desde fuera es fácil identificar dicho fenómeno en la escuela pero se da en cualquier contexto o situación que podamos imaginar.

Cómo afectan las expectativas, creencias o prejuiciosa los niños

¿Por qué las creencias y expectativas de los padres influyen en el desarrollo de sus hijos?

Las expectativas, creencias o prejuicios se expresan durante la comunicación con los niños y pueden generar sentimientos, comportamientos o actitudes no deseadas o inesperadas. El problema es que el autoconcepto, la imagen que tenemos de nosotros mismos, se desarrolla y depende de las expectativas que los otros depositan sobre nosotros.

Por tanto, el autoconcepto infantil se va formando en relación con las valoraciones que recibe de sus padres, abuelos, profesores… Por eso, si desde pequeño le ponen una etiqueta o cree que no es capaz de realizar ciertas cosas, el niño asumirá esa limitación como verdadera.

Obviamente, no se trata de falta de capacidad, sino de que el entorno lastra su deseo de ponerse a la prueba. El niño piensa que si los demás creen que no es capaz de hacerlo, no es necesario probar suerte ya que es probable que falle.

Por lo tanto, no siempre el rendimiento y motivación de los demás depende de ellos mismos y nosotros somos meros espectadores. Nuestra actitud, nuestras interacciones, que a priori podemos intentar que sean objetivas y no tengan ninguna intención que condicione a la otra persona, la tienen. Tienen un valor muy importante para la otra persona y es necesario remarcar que, a pesar de no exponerlas de manera directa y verbal, cualquier actitud o conducta (estimular más a una persona que a otra, premiar más a otra persona o intentar proponer nuevos planes a los que ya había formulado para su futuro) pueden tener importante impacto en el resto.

¿Cómo pueden utilizar los padres el Efecto Pigmalión para potenciar el desarrollo infantil?

El Efecto Pigmalión puede tener un influjo negativo sobre el desarrollo del niño, limitando sus potencialidades pero, tal y como se apreció en el experimento, también puede estimular sus capacidades. La clave consiste en desarrollar expectativas realistas sobre el niño. De hecho, a menudo los padres cometen el error opuesto: desarrollar expectativas irreales o anhelos imposibles que solo añaden un estrés innecesario al pequeño y generan el miedo al fracaso.

Por tanto, como padre debes aprender a medir tus expectativas y cuidar la manera en que le hablas a tu hijo ya que esas frases pueden potenciar o limitar su desarrollo. Asegúrate de motivarle a romper sus límites, pero sin añadir demasiada presión.

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