Definitivamente el proceso de crecer es un reto tanto para los niños como para los padres. A medida que nuestros hijos atraviesan diferentes etapas de su desarrollo, enfrentan una serie de cambios físicos, emocionales y sociales que pueden resultar bastante abrumadores.

Como padres, es fundamental proporcionar un apoyo adecuado para que nuestros peques se adapten y crezcan de manera saludable y feliz. En este artículo, exploraremos algunas estrategias efectivas para ayudar a tu hijo en el desafío de hacerse mayor.
Ya no eres un bebé ¿o sí? a ratos… el reto de hacerse mayor

A casi todos los niños les gusta presumir de que son mayores y disfrutar de los privilegios y ventajas que ello supone. Pero hay veces en que la ganancia de seguir siendo pequeño es tentadora. Un ejemplo es cuando estamos negociando para ir retirando el chupete y le preguntas “¿pero tú no eras mayor?”, y te mira con cara de “sí, lo soy, pero es que el chupete…”.
¿Cómo podemos facilitar que vivan con naturalidad y bienestar los cambios?

1. Tú eras así de pequeñito y estabas en la tripa de mamá.
A todos los niños les encanta escuchar historias de cuando eran bebés, de cuando estaban en la tripa. Podemos ayudarnos con fotos o vídeos, pero lo más recomendables es que lo hagáis a través de las historias y vuestras propias palabras, ya que expresan la emoción mejor que cualquier formato multimedia.
Al contar historias cuando eran pequeños, los niños pueden entender de una mejor manera que están en constante crecimiento y que cada vez son más maduros y capaces de realizar ciertas cosas. Los ayudamos a comprender de manera más clara su crecimiento y los preparamos a entender que vienen más cambios aún. Todo ello, por supuesto, al lado del apoyo incondicional de mamá y papá.
2. Es muy habitual que se produzcan regresiones
Las regresiones son momentos en que vuelven a una etapa que ya habían superado (es decir, regresan a algo previo), quieren ir en brazos, se les vuelve a escapar el pis aunque ya habían alcanzado el control de esfínteres, vuelven a la etapa de rabietas... Es una manifestación de esa ambivalencia entre la necesidad de crecer, desarrollarse y ser cada vez más independiente y autónomo, y el deseo de permanecer en la calidez, comodidad y sensación de confort que le producen las etapas previas, cuando era un bebé y vivía en un vínculo mucho más dependiente y fusionado a la figura adulta.
¿Cómo podemos manejar las regresiones? Una buena forma de gestionar estas situaciones y darles naturalidad es “jugar como si”, como si fueras un bebé: y le coges, le meces, le hablas con voz de pito y con teatralidad como hacemos con los bebés, le das muchos besos… es una forma de satisfacer esa necesidad de regresar, desde la fantasía y la diversión.
3. Este tiempo es para ti
Conviene que reservemos un momento en el día en el que desde la calma y la tranquilidad pasemos un ratito con ellos, y conectemos con sus intereses e inquietudes. Una vez que han empezado a hablar, este intercambio es más rico y tiene cierta coherencia. Antes se convierte en un intercambio de risas, de cosquillas, de tirar el chupete veinte veces o pedirte agua veinticinco.

Lo importante es estar ahí, y hacerlo bajando el ritmo y dejando a parte las prisas y agobios que nos invaden el resto del día. Si lo podemos hacer cada día genial, y si solo podemos hacerlo alguno porque salimos de trabajar tarde o hay otros hermanos, genial también, lo importante es la calidad de ese tiempo, no la cantidad. Eso y que lo hagamos con continuidad en el tiempo.
4. Favorecer la autonomía y darle protagonismo
Es fundamental que, a medida que un niño crece, se le vaya fomentando cada vez más la autonomía. Es importante brindarle oportunidades para que asuma responsabilidades y se involucre en la toma de decisiones que afecten su vida diaria. Esto le ayudará a desarrollar habilidades de resolución de problemas y a ganar confianza en sí mismo.
Al mismo tiempo que le pedimos que se vista solo, o ayude a recoger los juguetes, también podemos potenciar que elija qué quiere o prefiere (no siempre se puede, pero muchas veces sí).
5. Educa sus emociones
La educación de las emociones pasa por respetar y favorecer la vivencia de todas ellas, modulando la expresión de las mismas: “Entiendo que estés enfadado pero no puedes romper estos papeles de mamá. Si necesitas desahogarte, háblame”. Es decir, permitimos la vivencia, pero limitamos el comportamiento de manera que no dañe a los demás ni a sí mismo, y le proponemos una vía alternativa para satisfacer ese impulso.
Recuerda que, a lo largo del proceso de crecimiento, tu hijo puede experimentar una amplia gama de emociones. Apóyalo emocionalmente y enséñale estrategias para manejar sus emociones de manera saludable. Enséñale a identificar y expresar sus sentimientos, y ofrécele herramientas para afrontar situaciones difíciles.