Cuando hablamos de infartos cerebrales, lo habitual es asociarlos con personas adultas e incluso con edades más avanzadas. Sin embargo, esta afección también puede presentarse en otras etapas de la vida, incluso en los primeros días tras el nacimiento, hay cada día más descubrimientos que desafían lo que sabemos sobre el desarrollo del cerebro infantil.
Es propiamente el desconocimiento de esta afección, el infarto cerebral en la infancia, el que hace que se maximicen las consecuencias, ya que nadie se espera que un bebé pueda estar sufriendo un ictus pediátrico por eso muchos especialistas en salud infantil siempre que recomiendan que cuando el bebé llore se investigue qué le sucede para poder prevenir problemas mayores que aunque poco frecuentes también están ahí.
Al tardar más tiempo en reaccionar ante un infarto cerebral en la infancia o un ictus incluso en recién nacidos, se tarda más en diagnosticar y, por lo tanto, más en actuar.
El ictus en recién nacidos, aunque poco frecuente, es una realidad que afecta aproximadamente a 1 de cada 3.500 bebés, según datos del Hospital Clínic de Barcelona.
El diagnóstico temprano es crucial para minimizar las secuelas del ictus neonatal y suele realizarse mediante pruebas de neuroimagen, como resonancias magnéticas, que permiten identificar el daño cerebral. El tratamiento va a depender de la causa que ha provocado ese episodio de ictus y puede incluir:
- Medicamentos para disolver coágulos o controlar convulsiones.
- Terapias físicas y ocupacionales para estimular el desarrollo motor.
- Seguimiento médico a largo plazo para evaluar el desarrollo del niño.
Aunque un ictus neonatal puede tener consecuencias graves, los recién nacidos tienen una notable capacidad de recuperación gracias a la plasticidad de su cerebro en desarrollo. Esto significa que el cerebro puede reorganizarse para asumir funciones que antes dependían de las áreas dañadas.
¿Qué es el ictus en recién nacidos?
El ictus en recién nacidos es una condición poco conocida, pero real igual que asumimos que por ejemplo, la afasia, la enfermedad que padece Bruce Willis es una patología solo de adultos cuando no es cierto y también puede afectar a los niños.
En el caso del ictus en recién nacidos se presenta como un cuadro neurológico de inicio brusco que ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo en una parte del cerebro del bebé. Reconocer los síntomas y actuar de forma rápida puede marcar la diferencia en el pronóstico del bebé. La detección precoz y un tratamiento adecuado no solo ayudan a minimizar las secuelas, sino que también brindan a las familias la esperanza de un futuro más prometedor.

Esta interrupción de flujo sanguíneo puede deberse a una isquemia, lo que viene siendo un bloqueo de un vaso sanguíneo que impide que el cerebro reciba oxígeno y nutrientes; o a una hemorragia, la rotura de un vaso sanguíneo, lo que provoca sangrado en el cerebro. El caso es que esta interrupción de flujo sanguíneo en el cerebro puede causar daños cerebrales, cuyos síntomas y secuelas dependerán de la zona afectada.
Reconocer un ictus en un recién nacido puede ser complicado, ya que sus síntomas pueden confundirse con otros problemas. Sin embargo, algunos signos de alerta incluyen:
- Convulsiones sin fiebre, especialmente si se repiten en una misma parte del cuerpo.
- Somnolencia extrema, al punto de que el bebé no se despierta para alimentarse.
- Rigidez o debilidad en un brazo o una pierna.
- Vómitos persistentes o náuseas.
Es crucial prestar atención a estas señales y acudir inmediatamente a un profesional médico si se sospecha de un ictus neonatal.

Causas principales del ictus en recién nacidos
El infarto cerebral arterial neonatal (ICAN), un subtipo de ictus neonatal, es la principal causa conocida de parálisis cerebral hemipléjica, afectando aproximadamente a 1 de cada 3.500 recién nacidos vivos.
Las causas del ictus neonatal son variadas y complejas, pero las más comunes incluyen:
- Trombosis del seno venoso: un coágulo de sangre que obstruye una de las venas principales de la cabeza.
- Fragilidad vascular: en bebés prematuros o nacidos a término, los vasos sanguíneos son más delicados, aumentando el riesgo de sangrado.
- Problemas de coagulación: algunos bebés presentan mayor propensión a formar coágulos sanguíneos.

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