Cada vez más familias se enfrentan a la misma pregunta: ¿mi hijo pasa demasiado tiempo con las pantallas? Reconocer las señales tempranas que pueden advertir de un uso excesivo o inapropiado del móvil de sus padres (o el suyo propio si ya lo tiene), de la tablet, el ordenador e incluso la televisión puede marcar la diferencia entre un uso saludable de la tecnología y una dependencia que afecta al bienestar emocional, al sueño y a la vida familiar.
Por descontado, debemos asumir que las pantallas forman parte de la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes: series, videojuegos, vídeos en redes sociales o deberes en la tablet. El problema surge cuando ese uso comienza a desplazar actividades importantes para su desarrollo, desde el juego libre hasta el descanso nocturno; y cuando el uso genera dependencia.
Detectar ciertos comportamientos puede ayudarnos a actuar a tiempo y prevenir una relación poco sana con la tecnología en los niños y niñas pequeños.

Alerta pantallas: cinco señales tempranas
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao comparte hasta cinco hábitos o comportamientos en la infancia, señales tempranas, de que algo no va bien en la relación del niño, niña o adolescente con las pantallas.
Rechaza otras actividades que antes disfrutaba
Una clara advertencia de que se está haciendo un uso excesivo o dependiente de las pantallas, según Álvaro Bilbao, es que ya no quiera hacer lo que antes le apasionaba. Si ha dejado de dibujar, de salir al parque, de practicar deporte o de jugar con amigos porque prefiere quedarse con una pantalla, para el neuropsicólogo, no hay duda: es momento de intervenir.
El abuso digital puede provocar una pérdida de interés por otras experiencias que nutren su desarrollo.
Pide constantemente el móvil, incluso en momentos inapropiados
Que a los niños y niñas les gusten las pantallas es normal… hasta cierto punto. Lo preocupante, dice Álvaro Bilbao, es cuando su demanda se vuelve insistente y aparece en cualquier situación: en el coche, en reuniones familiares o incluso en la mesa mientras comen.
Esta insistencia puede ser un indicador de obsesión. Y es importante marcar los límites correspondientes y ser consecuente e inflexible con ellos cuando se estén a punto de romper.
Tiene problemas para dormir o se despierta cansado
Hace tiempo que la ciencia ha demostrado el impacto de las pantallas en el sueño. Esta relación causal está ampliamente documentada. Ver vídeos o jugar antes de acostarse retrasa la conciliación del sueño y reduce su calidad.
El resultado es que los niños y niñas no solo se acuestan más tarde, sino que tardan más en dormirse, se despiertan varias veces por la noche y comienzan el día con cansancio acumulado. Este hábito es muy negativo.
Reacciona de manera intensa cuando le quitas la pantalla
Que se resistan a apagar la consola o la tablet entra dentro de lo esperado, pero si la reacción se transforma en gritos, insultos o, en los casos más agresivos, incluso golpes, es un signo de dependencia de las pantallas.
En estos casos, según Álvaro Bilbao, ayudarles a regular su enfado es fundamental: no solo calma el momento, también reduce el riesgo de que esa frustración se convierta en una pauta emocional más profunda.
Está más irritable, inquieto o disperso
Muchos niños y niñas que abusan de las pantallas presentan cambios de comportamiento cuando no las tienen cerca, señala Álvaro Bilbao. A este tipo de peques les cuesta concentrarse, se muestran irritables y retadores. No significa que sean o estén “insoportables”, sino que están experimentando un auténtico síndrome de abstinencia digital.

Cómo actuar en casa
La clave, según expertos como el propio Álvaro Bilbao, está en acompañar sin culpabilizar. Limitar progresivamente el tiempo de pantallas, ofrecer alternativas atractivas (juegos de mesa, deporte, lectura o actividades creativas) y, sobre todo, dar ejemplo como adultos. No sirve de nada pedirles que apaguen el móvil si nosotros seguimos enganchados al nuestro.
Puedes hacerlo con medidas concretas como el parking para móviles a la entrada de casa o consensuando unas reglas familiares del uso de pantallas que también cumpláis los adultos. En este sentido, todos los especialistas destacan lo mucho que ayuda establecer rutinas claras: horarios fijos para usarlas, reglas de “espacios sin pantallas” como el comedor o la habitación, y momentos compartidos en familia donde la tecnología no tenga protagonismo. De esta forma, los niños y niñas aprenden que las pantallas son una herramienta de ocio o aprendizaje, pero no el centro de su vida.
En general, el equilibrio digital no se logra con prohibiciones extremas, sino con hábitos sencillos y consistentes que devuelvan a las pantallas el lugar que les corresponde: una oportunidad más de entretenimiento, sin desplazar el juego libre, el descanso o la convivencia familiar.
