En la escuela infantil (guardería para muchos adultos pese a que no sea un término correcto) es frecuente que aparezcan mordiscos, tirones o arañazos. Entre los 12 y 24 meses los niños aún no saben compartir ni expresar lo que sienten con palabras. Estas conductas, que a menudo preocupan a padres y educadores, forman parte de su desarrollo y deben entenderse y acompañarse con paciencia.
Los educadores coinciden en que el grupo de niños de uno a dos años es uno de los más intensos de gestionar. Aunque estén bien vigilados, los mordiscos y arañazos aparecen a diario y no siempre pueden evitarse. No se trata de falta de atención, sino de una etapa en la que el lenguaje, las emociones y la tolerancia a la frustración aún están madurando.
¿Por qué reaccionan así? La sobreprotección en casa, donde nunca escuchan un “no”, puede hacer que se frustren más cuando en la escuela infantil cuando alguien no les da lo que desean. A veces, lo que parece agresión es en realidad un exceso de cariño o emoción mal canalizada. Otras veces es simplemente la dificultad para expresarse, ya que todavía no dominan el lenguaje oral.
Una razón demostrada por la ciencia sobre por qué los niños y niñas pequeños tienen comportamientos agresivos es la incapacidad para exponer sus emociones a través del lenguaje. De hecho, se suelen alargar estas conductas en aquellos peques que se quedan un poco atrás en el desarrollo del lenguaje.
También influyen factores físicos, como la dentición o la retirada del chupete, que aumentan la necesidad de morder. A ello se suma la costumbre: si desde bebés se les ríe la gracia de tirar del pelo o morder, difícilmente comprenderán más tarde que no es aceptable.
En esta edad prima además el pensamiento egocéntrico: no logran ponerse en el lugar del otro ni comprender por qué el compañero llora. Si desean un juguete lo quieren de inmediato, y si se resisten, recurren al mordisco o al arañazo como vía rápida para conseguirlo.
Profundizamos en cada una de estas razones por las que se pueden producir agresiones entre iguales en la etapa de la escuela infantil o guardería.

Posibles razones de los arañazos y mordiscos en la escuela infantil
Por incapacidad para expresar sus emociones
Cuando los niños aún no dominan el lenguaje, buscan otras formas de comunicar lo que sienten. En estas edades muchos niños aún no dominan la palabra y recurren a gestos o acciones para expresar lo que sienten. Como no saben resolver con frases sus deseos, rechazos o frustraciones, utilizan el cuerpo para hacerlo visible. El mordisco o el tirón se convierte así en su manera de comunicarse y de intentar resolver un conflicto.
Si están enfadados, frustrados o quieren algo que no logran conseguir, pueden recurrir a un mordisco, un empujón o un arañazo. No lo hacen con intención de hacer daño, sino porque todavía no saben poner en palabras sus emociones y necesitan otra vía para hacerse entender.
Sobreprotección y baja tolerancia a la frustración
Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración. Un niño de dieciocho meses a quien en casa le dan todo lo que quiere ipso facto piensa que siempre va a ser así. ¿Por qué tendría que ser diferente en la escuela?
En clase, sin embargo, las cosas cambian: puede que otro niño esté tomando el zumo que él desea y no se lo dejen quitar. Ante esa negativa, lo habitual es que estalle en una rabieta sonora y, si la frustración persiste, intente resolverlo con un tirón de pelo al compañero. Nunca le han puesto límites en casa y, con apenas dos años, resulta muy difícil comprender de golpe lo que significa escuchar un “no”.

Por exceso de emoción, alegría o cariño
A veces lo que parece una agresión no es más que un gesto de afecto… aunque llevado al extremo. A los pequeños les encanta abrazarse, darse besos o tocarse sin parar. El problema es que todavía no controlan sus emociones intensas y, en medio de la excitación, pueden acabar mordiendo o arañando sin mala intención.
Por la dentición
Cuando los dientes empiezan a salir, la necesidad de morder se intensifica. Cualquier objeto (o persona) cercano se convierte en una salida para esa incomodidad. Además, la retirada del chupete añade desasosiego: para ellos es un gran consuelo y su ausencia potencia el impulso de morder.
Por costumbre
Muchos adultos celebran como algo gracioso que un bebé de pocos meses tire del pelo o muerda suavemente. Sin querer, reforzamos esa conducta y el niño lo repite porque recibe atención y risas. Si no se corrige a tiempo, al crecer no entenderá por qué aquello que antes era divertido ahora genera enfado o regañinas.
Por pensamiento egocéntrico
Entre uno y dos años los niños viven en pleno pensamiento egocéntrico: solo ven su necesidad inmediata. Si quieren un juguete, lo quieren ya, sin comprender que otro lo tenga. Y si alguien se resiste, responden con un mordisco. No es egoísmo, sino falta de madurez para ponerse en el lugar del otro o aprender a compartir.

¿Cómo corregir su comportamiento?
Aunque los mordiscos, tirones y arañazos forman parte del desarrollo normal a estas edades, es importante no dejarlos pasar sin más. Los niños necesitan aprender, poco a poco, que existen otras formas de relacionarse y de expresar lo que sienten. El objetivo no es reprimirlos, sino acompañarles para que descubran alternativas más adecuadas.
La clave está en la constancia y la calma: explicarles con paciencia que esa conducta hace daño, mostrarles cómo pedir un juguete o cómo esperar su turno, y reforzar siempre que usen palabras o gestos positivos. Es fundamental evitar cualquier reacción violenta, ya que los niños imitan lo que ven. Si un adulto responde con dureza o incluso con un castigo físico, el pequeño aprenderá justo lo contrario de lo que necesitamos enseñarle.
Tampoco sirve de nada devolver la agresión, como a veces se ha oído decir: “que muerda él también para que aprenda”. Al contrario, eso solo refuerza la idea de que la violencia es una solución. Lo que realmente funciona es darles modelos de respeto y empatía, acompañados de normas claras y firmes, pero transmitidas con cariño.
¿Cómo deben actuar sus cuidadores en la escuela infantil?
En la guardería y en la escuela infantil, el papel de los educadores es fundamental. Son quienes conviven cada día con estas conductas y deben intervenir de forma inmediata, clara y serena. Lo primero es separar a los niños implicados y asegurarse de que ninguno se ha hecho daño. Después, explicarles con palabras sencillas lo ocurrido: “esto duele”, “no se pega”, “si quieres el juguete lo pedimos”.
Los cuidadores deben marcar límites sin gritos ni castigos desproporcionados, ya que lo que se busca es enseñar, no asustar. Una estrategia muy útil es reforzar en positivo las conductas adecuadas: felicitar al niño cuando pide algo sin morder, cuando comparte o cuando espera su turno.
Además, la coordinación con las familias resulta esencial. Si en casa y en la escuela se transmiten los mismos mensajes, el aprendizaje es mucho más rápido y efectivo. La comunicación abierta entre padres y educadores ayuda a que el niño comprenda que todos esperan lo mismo de él y que el respeto es la base de la convivencia.
