Los vínculos escolares en la infancia predicen la salud física décadas después, según este estudio

Un nuevo estudio que se ha prolongado 30 años revela que las experiencias educativas tempranas afectan a la salud metabólica en la adultez. ¿Cómo pueden padres y docentes proteger ese desarrollo?
Las conexiones que un niño construye en el aula pueden moldear su salud física décadas después.
Las conexiones que un niño construye en el aula pueden moldear su salud física décadas después (Midjourney-RG)

Un equipo de investigadores estadounidenses ha demostrado, en uno de los seguimientos más amplios realizados hasta la fecha, que los vínculos escolares en la infancia —la relación con los docentes, la calidad del aula, o las habilidades sociales— están relacionados con la salud física en la vida adulta

La investigación, publicada en JAMA Network Open y basada en datos del estudio longitudinal SECCYD-SHINE, ha seguido a más de 700 participantes desde su nacimiento hasta los 30 años. El hallazgo principal es que quienes vivieron experiencias escolares más positivas presentan hoy mejores indicadores de salud cardiometabólica. Es decir, presentan menos obesidad abdominal, presión arterial más baja, mejores niveles de colesterol y glucosa. 

Todo esto, 20 o 25 años después de pasar por la escuela primaria. Y todo relacionado no solo con las notas, sino con factores aparentemente intangibles, como la relación con el profesorado o el clima emocional del aula.

Este descubrimiento no solo refuerza la importancia de la escuela como espacio de salud pública, sino que nos interpela como madres, padres y cuidadores: ¿estamos priorizando lo que realmente protege el futuro físico y emocional de nuestros hijos?

Una relación afectiva con el profesorado no solo mejora el presente: protege el futuro.
Una relación afectiva con el profesorado no solo mejora el presente: protege el futuro (Midjourney- RG).

Un estudio de tres décadas

El trabajo ha sido dirigido por Maria E. Bleil y un equipo multidisciplinar de universidades estadounidenses, dentro del marco del seguimiento Study of Early Child Care and Youth Development (SECCYD) y su rama de evaluación en la adultez (SHINE). 

Se trata de una investigación cohorte nacida en los años 90, evaluada en profundidad en distintos momentos de la infancia y nuevamente entre los 26 y los 31 años.

Los investigadores evaluaron indicadores educativos durante la primaria:

  • Competencia social del alumno
  • Calidad de la relación alumno-docente
  • Calidad emocional e instruccional del aula
  • Rendimiento académico.
Figura 1. Ingresos de los adultos como mediador entre los indicadores educativos en la infancia y el riesgo cardiometabólico (CMR) compuesto en adultos.
Figura 1. Ingresos de los adultos como mediador entre los indicadores educativos en la infancia y el riesgo cardiometabólico (CMR) compuesto en adultos.

Años después, midieron en laboratorio los principales indicadores de salud cardiometabólica: perímetro de cintura, presión arterial, colesterol HDL, glucosa (HbA1c) y proteína C reactiva.

El análisis estadístico mostró que, incluso controlando factores como el peso infantil, la clase social familiar o la etnia, quienes tuvieron mejores relaciones escolares y sociales presentaban menor riesgo de síndrome metabólico en la adultez.

Por ejemplo, los niños y niñas con mayor competencia social, o con vínculos afectivos más estrechos con su profesorado, eran más propensos a tener una dieta saludable de adultos y a contar con ingresos más altos. Y esos dos factores —ingresos y alimentación— explicaban parcialmente la mejor salud cardiometabólica.

Figura 2. La dieta del adulto como mediador entre los indicadores educativos en la infancia y el riesgo cardiometabólico (CMR) compuesto del adulto
Figura 2. La dieta del adulto como mediador entre los indicadores educativos en la infancia y el riesgo cardiometabólico (CMR) compuesto del adulto

Reflexiones para las familias

Este estudio abre una nueva dimensión al enfoque de salud preventiva desde la infancia.

Hasta ahora sabíamos, por ejemplo, que el barrio influye en xxxx. Pero este estudio va más allá en términos educativos y sociales porque demuestra que no se trata solo de cuántos años estudia una persona, sino de cómo vive su experiencia educativa desde el inicio.

La investigación, en definitiva, nos despierta una serie de reflexiones en clave crianza de los hijos e hijas que compartimos a continuación.

Los vínculos importan tanto como las calificaciones

Un niño o niña que se siente escuchado por su maestro, que tiene un entorno emocionalmente seguro en clase, está protegiendo —sin saberlo— su salud futura. Este dato debería poner en valor la figura del profesorado cercano y afectivo, y dar pie a familias y escuelas para fortalecer ese lazo.

La competencia social no es solo un “extra”

Habilidades como cooperar, comunicar, resolver conflictos o controlar impulsos no son opcionales. Son escudos protectores frente a enfermedades crónicas. Y sí, pueden entrenarse desde casa con hábitos diarios, rutinas afectivas y modelado emocional.

Invertir en calidad educativa es invertir en salud pública

El estudio sugiere que políticas educativas centradas solo en rendimiento académico o estandarización pierden de vista el impacto a largo plazo que tienen los aspectos relacionales, humanos y sociales de la escuela.

La familia sigue siendo una aliada clave

Aunque el estudio analiza factores escolares, es imposible desvincularlos del entorno familiar. Un niño que vive en un hogar donde se validan emociones, se conversa con respeto y se promueve la autonomía tendrá más facilidad para trasladar esos recursos a la escuela.

Cada vínculo positivo en la infancia deja una huella silenciosa... pero profunda en el cuerpo adulto.
Cada vínculo positivo en la infancia deja una huella silenciosa... pero profunda en el cuerpo adulto (Midjourney-RG)

La salud, como demuestran este tipo de trabajos científicos, no empieza en la consulta del médico, ni siquiera en la dieta o el ejercicio. Empieza mucho antes: ya en el embarazo hay factores que influyen en la salud futura del bebé, pero luego, durante la infancia, la salud también es influida por cuestiones cotidianas, como la relación con los hijos o la experiencia en el colegio. 

Por eso hay que poner toda la carne en el asado en cómo resolvemos los conflictos, en el valor que damos a sus emociones, o en si sienten o no que cuentan con nosotros y con sus profes para ser quienes son.

Este estudio no dicta recetas mágicas, pero sí nos da un mensaje poderoso: si queremos adultos más sanos, necesitamos infancias mejor acompañadas. Y eso, como madres, padres o educadores, sí está en nuestras manos.

Referencias

  • Maria E. Bleil, Glenn I. Roisman, Deven T. Hamilton et al. Mediators of the Association Between Child Education and Adult Health. JAMA Network Open, 2025. DOI: 10.1001/jamanetworkopen.2025.8855

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