Álvaro Bilbao: “con los azotes, los niños aprenden a mentir”

El neuropsicólogo Álvaro Bilbao defiende que los azotes también conllevan un aprendizaje para los niños, incluido uno poco conocido, el de la mentira.
niño gritando en plena rabieta

Hace pocas fechas nos hicimos eco de declaraciones de la pediatra Mar López Sureda en las que describía los azotes como maltrato a los niños. Sobre este polémico tema se han mojado también otros expertos, incluido el más seguido por las familias, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao. En un post reciente, Bilbao asegura que, a diferencia de lo que muchas personas creen y otros expertos defienden, los azotes sí conllevan aprendizajes para los niños que los reciben de sus padres.

“Todos los comportamientos y reacciones que tenemos como padres dejan una huella en el cerebro de nuestros hijos, un aprendizaje que les acompañará toda la vida”, asegura Álvaro Bilbao, que equipará los azotes a los besos o los abrazos. “Todos dejan una huella”, dice. La cuestión es qué tipo de huella dejan en los peques.

En concreto, Álvaro Bilbao defiende que son cinco los aprendizajes que dejan en los niños que los reciben. Como te puedes imaginar si conoces y sigues el discurso del neuropsicólogo, ninguno de ellos es positivo.

Aprenden a mentir

El primero de los cinco aprendizajes que destaca Álvaro Bilbao en relación a los niños y los azotes llama especialmente la atención porque es desconocida esta consecuencia para muchos adultos. Incluso para los que utilizan este recurso para educar.

Bilbao asegura que los niños que reciben azotes aprenden a mentir a sus padres. “Uno de los efectos más desconocidos de las correcciones físicas es que los niños aprenden a mentir a sus padres”, afirma el especialista.

Para Álvaro Bilbao, está es la consecuencia natural y lógica del azote. “Es la respuesta natural cuando tiene miedo a que le peguen”, apunta.

Niño tapándose los ojos - Getty Images/iStockphoto

Otros cuatro aprendizajes

Además de la mentira como mecanismo de defensa para evitar una agresión, Álvaro Bilbao señala hasta cuatro aprendizajes más que un azote deja en un niño.

Por un lado, aprender a agredir a otros peques. “Está demostrado que los niños que reciben azotes y otras formas de corrección física tienen una mayor tendencia a pegar a otros niños”, afirma Bilbao.

Otro aprendizaje es el de la inseguridad en su propia casa. En este sentido, Álvaro Bilbao dice que “las correcciones físicas y pérdidas de control dan a los niños una sensación de inseguridad en su propio hogar”. El experto advierte que los niños que reciben azotes “con frecuencia desarrollan trastornos relacionados con el miedo o hipervigilancia que les pueden acompañar de por vida”.

Además, en opinión de Álvaro Bilbao, los niños aprenden a castigar al que se equivoca cuando son víctimas de un azote de sus padres. “Cuando un niño recibe una corrección física aprende a castigar a otras personas cuando se equivocan, descargando su ira y frustración”, explica. El neuropsicólogo recalca que esta conducta pueden mostrarla “con otros niños, con sus hermanos pequeños y con frecuencia también con los padres”.

Niño en plena rabieta

Y por último, Álvaro Bilbao destaca un quinto aprendizaje en los niños que reciben un azote: el de creer que tenemos derecho a utilizar la violencia para controlar a los demás. Apunta el especialista que los niños normalizan cualquier comportamiento que observan en sus padres y esto aplica también a conductas agresivas como dar azotes o cachetes.

“Cuando les damos un azote les estamos enseñando que está bien intentar controlar a los demás con violencia. Esto les hace más agresivos pero también más vulnerables a los malos tratos”, concluye Álvaro Bilbao. 

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