Después de escuchar las reflexiones de Mar Romera, madre, maestra y licenciada en Pedagogía y Psicopedagogía, me sumo a su idea y no, yo tampoco quiero que mis hijos sean felices todo el tiempo porque sería una ficción y una hiperprotección tan imposible como destructiva.
Ella habla de que en los últimos años, en las sociedades occidentales se nos ha controlado con la alegría, con una felicidad ficticia que al proceder de esa alegría nace de la dopamina y es adictiva.
Un catálogo de emociones
Mar Romera define la felicidad como “una búsqueda, no un estado”. La felicidad son “momentos y los disfrutaremos más cuando seamos conscientes del cambio emocional” que hay de un momento a otro, de una emoción a otra.
“Durante mucho tiempo, la sociedad nos ha venido a decir qué deberíamos sentir, cuándo deberíamos sentir y qué era susceptible de ser expresado en público y qué no”, añade la psicopedagoga en una de sus habituales charlas para alumnos y profesores.
“La cultura nos ha condicionado a qué se podía o no se podía sentir. Llorar o enfadarse no es bueno” y ella no puede estar más en contra de todo eso.
Mar Romera defiende que existen emociones más agradables y otras que lo son menos pero no existen emociones negativas y emociones positivas como no existen emociones buenas y malas, porque entonces sólo deberíamos sentir las emociones buenas y positivas y eso es imposible, debemos sentirlas todas porque todas son necesarias para nuestra crecimiento y nuestro desarrollo emocional, desde que somos niñas y niños pequeños.
Aprender a enfadarse
Necesitamos aprender a elegir la emoción en el momento adecuado pero sin dejar de vivir todas las emociones, para Romera “esto no se enseña con palabras ni se aprende con apuntes, se enseña de corazón a corazón.”
Según señalaba Aristóteles, enfadarse es muy fácil. Lo difícil es enfadarse con la persona acertada, en el momento adecuado, con la intensidad oportuna y en el contexto idóneo. Eso es lo complicado y lo que hay que aprender para llegar a desarrollarnos emocionalmente de manera correcta.
“Educar las emociones es conocernos sin enjuiciar al otro” apunta Mar Romera y añade que lo que los niños necesitan para su desarrollo emocional: “Dame la oportunidad de equivocarme y de enfadarme y no me juzgues cuando me enfado, no me digas qué puedo o no puedo sentir porque siento lo que siento. Las emociones son respuestas adaptativas”.
Es evidente que los niños y las niñas necesitan conocerse a sí mismos y sentir todas las emociones, es por eso que “la educación del siglo XXI no puede ser la educación del saber sino la educación del ser.”

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