Más allá de los laboratorios o las investigaciones, el pensamiento científico es una forma de razonar basada en el análisis, en la observación y en la experimentación, que se puede aplicar a la búsqueda de soluciones para cualquier problema.
Algunas de las rutinas más cotidianas de las que, de manera natural, realizan los niños en casa, se pueden plantear para que, sin darse cuenta, aprendan a pensar a través del pensamiento científico.
Se trata de que aprendan a identificar, a organizar y analizar la información de una forma lógica, de manera que vayan buscando al mismo tiempo posibles soluciones eficaces.
A la manera de usar las habilidades para resolver problemas y el pensamiento crítico para superar desafíos, también se le conoce como “pensamiento computacional” y es la forma en la que los científicos, centrados en el campo de la computación, codifican y organizan los datos.
Y sí, también se puede implementar de una manera sencilla en nuestra vida familiar, al menos en algunas de nuestras rutinas más habituales.
“Depurar” la rutina matinal
Los conceptos del pensamiento computacional pueden ser farragosos en un primer vistazo y sin embargo, si lo sacamos de su contexto más académico y lo aplicamos a la vida diaria, nos damos cuenta de que se trata de acciones que vamos haciendo casi cada día y casi sin darnos ni cuenta.
Por ejemplo, la depuración consiste en descubrir dónde está y cuál es el problema que hace que algo no funcione como debería y ajustarlo para que deje de existir.
¿Por qué nos cuesta salir a tiempo cada mañana? ¿Dónde está el problema que hace que no lleguemos con tiempo al colegio?
Cada uno debe “depurar” su propia rutina para averiguar qué puede cambiar para solucionar el problema, lo podemos comentar entre todos pero cada uno debe ser responsable de lo que pueda implementar.
A lo mejor alguien tiene que levantarse algo más pronto, pasar menos tiempo en el baño, no mirar el móvil, dejarse la ropa preparada la noche anterior,...

Los “condicionales” de reciclar la basura
En el método científico se entiende por “condicionales” a una forma de tomar decisiones en base a cada situación, es muy parecido a la causa efecto, es decir “si está pasando algo… tengo que hacer esto”.
Una de las tareas que pueden hacer los niños es reciclar los residuos que se generan en una casa y cuando son algo más mayores, sacar ellos mismos la basura de casa hasta el contenedor que tengamos más cerca.
El reciclaje se basa en esos condicionales, si es papel lo tendré que dejar en una zona, si es residuo orgánico en otra, si hablamos de pilas agotadas irán a un sitio y si es la lata del refresco en otra bolsa distinta.
Aprender mediante la “secuenciación”
Algo tan sencillo como un baile o una serie de ejercicios, es el ejemplo perfecto para aprender mediante la secuenciación, instrucciones sencillas que se pueden dar en fragmentos y que se pueden ir aprendiendo de forma progresiva pero que tienen que ir en un determinado orden establecido.
Ordenar la habitación por “descomposición”
El caos de una habitación de un niño o una niña puede ser algo que nos sobrepasa a cualquiera y aún más si hablamos ya de que han entrado en la adolescencia. Abordar ese desorden puede parecernos imposible a no ser que apliquemos la descomposición y de una montaña hagamos pequeñas parcelas por las que avanzar.
Podemos empezar por recoger sólo la ropa, cuando terminemos empezamos por el calzado, después los juguetes, más tarde los libros y cuadernos, para seguir recogiendo la ropa de cama y cuando esté todo en su sitio pasar el aspirador, por ejemplo.

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