Una psicóloga desmiente, basándose en la neurociencia, cuatro creencias erróneas sobre los niños

¿Los niños no se enteran? ¿Se adaptan a todo? ¿No tienen problemas? ¿Hay cosas que son de niños? La psicóloga infantil, Beatriz Cazurro, desmiente estas frases hechas que a veces utilizamos para eludir responsabilidades.
Cosas que se dicen sobre el desarrollo de los niños que no son ciertas

En muchas ocasiones utilizamos frases hechas como "Los niños no se enteran", "Los niños se adaptan a todo", "Los niños no tienen problemas" o "Son cosas de niños": Las usamos para quedarnos solo con la parte que más nos conviene y descartar nuestra responsabilidad, afirma la psicóloga Beatriz Cazurro en su libro "Los niños que fuimos, los padres que somos".

 Sin embargo, la neurociencia viene a desmentir todas estas frases hechas: El cerebro del niño está formándose y no terminará de hacerlo hasta que cumpla veinte años. No podemos exigir comportamientos y habilidades a los niños para los que todavía no están preparados

Como adultos, añade Cazurro, debemos atender sus necesidades y aprender a interpretar lo que nos quieren decir, la mayoría de las veces sin palabras y a través de su comportamiento: Si no cubrimos sus necesidades de la manera adecuada, esto tendrá un impacto negativo en su desarrollo físico y psicológico.

En "Los niños que fuimos, los padres que somos", la experta en neurociencia y trauma infantil explica con detalle los intereses adultos  o el desconocimiento científico que hay detrás de estas creencias y para corroborar el impacto que pueden tener en el desarrollo de los niños muestra ejemplos concretos de casos tratados en su consulta. Aquí te las contamos de forma resumida:

1.Los niños no se enteran

Los adultos tendemos a pensar que enterarse significa poder expresar con palabras o dar argumentos elaborados, pero de esas tareas se encarga la corteza cerebral y esta no termina de desarrollarse hasta los veinte años, explica la autora de "Los niños que fuimos, los padres que somos".

Evidentemente, nos enteramos de cosas antes de esas edad. Es más, lo que nos ocurre durante los primeros años hasta que nuestro cerebro se ha desarrollado es determinante para nuestra vida adulta.

Ya desde bebés podemos percibir el clima emocional de nuestro entorno (inicialmente, el cuerpo de nuestros padres) y ver si es hostil o tranquilo, relajado o tenso, seguro o inseguro. Por eso, a veces, los bebés lloran si los cogemos y no estamos tranquilos: "Tener padres que estén alterados, tensos, desbordados o, por el contrario, tranquilos o felices es algo que los seres humanos percibimos desde bebés".

A partir de los tres años, aproximadamente, podemos empezar a generar recuerdos tal y como los entendemos los adultos o a expresar con el lenguaje lo que pensamos o sentimos, explica la psicóloga infantil,  pero eso no significa que hasta los tres años no nos enteremos de nada o no seamos capaces de recordar.

Portada del libro "Los niños que fuimos, los padres que somos", escrito por la psicóloga infantil Beatriz Cazurro - Imagen cedida por editorial Planeta

Toda experiencia que tengamos e incluso lo vivido dentro del útero y durante el parto es percibido en nuestro cuerpo y queda grabado en él como una memoria corporal que nos acompañará toda la vida.

El problema es que en los primeros años no podemos expresar esa memoria corporal con palabras, pero es my importante darle la importancia que tiene: "Si los niños se enteran de cosas y les afectan incluso desde antes de nacer, es imprescindible tenerlo en cuenta para conectar con ellos, comprenderlos y actuar. La memoria corporal no desaparece por no hacerle caso".

Por tanto, la memoria es mucho más compleja de lo que decimos que recordamos: "Las sensaciones de nuestros hijos, sus reacciones, su forma de relacionarse, de hablarnos, de hablarse, su lenguaje no verbal e incluso algunos de sus dolores de tripa o de cabeza son una forma de expresar sus recuerdos y de acceder a lo que les está ocurriendo o les ha ocurrido. Nuestra labor es ayudarlos a entender de lo que sí se enteran y a integrarlo para aprender a vivir en un equilibrio que quizá nosotros no pudimos vivir", incide Cazurro.

2.Los niños se adaptan a todo

Esta afirmación es cierta, aunque habría que añadir: los niños se adaptan a todo y pagan un precio por ello., indica la psicóloga experta en neurocienciaA la edad de un año un niño ya se habrá adaptado a unos padres que no lo atienden cuando llora, pero eso va a tener un impacto en su desarrollo cerebral, en su sensación de valía, en la confianza que va a tener en el mundo a lo largo de su vida…

Reconocer la capacidad de adaptación de los niños sería maravilloso si fuera simplemente un reconocimiento a su resiliencia y una forma de expresar nuestra admiración por su fuerza de vida, pero la mayoría de las veces no escuchamos esta frase con ese sentido, sino más bien con la de deshumanizarlos y tener la excusa para no poner el foco en el entorno al que se están adaptando y de modificarlo si les está siendo desfavorable.

Cualquier niño que tenga que desarrollar una estrategia para  que sus necesidades se cubran (aprender a no mostrar sus emociones desagradables, por ejemplo) tendrá que pagar el precio de alejarse de sí mismo, construir una autoimagen al margen de la realidad y vivir con un estrés constante que le afecta a nivel físico, psicológico y emocional ante la necesidad de adaptarse a algo que no es lo que necesita.

3. Los niños no tienen problemas

Tendemos a idealizar la vida de los niños obviando que son seres vulnerables y extremadamente dependientes, cuya valía, autoestima y salud está en gran medida en nuestras manos. Pero para un niño a nivel interno, el mundo está lleno de situaciones estresantes.

Un bebé puede vivir como un peligro estar a dos metros de su madre, sin su olor o su calor; un niño que ve correr a un perro hacia él, aunque venga en son de paz, puede percibirlo como un peligro; para un niño de dos años sentir ira y ganas de hacer daño puede ser altamente estresante, el miedo a la oscuridad…

Que parte del lenguaje de los niños sea el juego no significa que su vida sea sencilla. Como adultos necesitamos entender que lidiar con la vida para un niño requiere de más habilidades de las que tiene, y esto es altamente estresante sin la seguridad de que va a haber alguien que lo tenga en cuenta y lo apoye como necesita.

Si no tiene la seguridad de contar con sus padres y las habilidades de estos para lidiar con dichas situaciones o cuando la fuente de estrés son sus propios padres: "Es importante comprender que ser niño no es fácil y que nosotros neguemos sus problemas o les quitemos importancia no quita la importancia que para ellos tienen"

4.Son cosas de niños

No es raro escuchar a algún adulto etiquetando como cosas de niños situaciones en las que necesitarían de nosotros. Una vez más, cogemos una frase y nos quedamos solo con la parte que nos conviene para, así,  descartar nuestra responsabilidad, explica la psicóloga infantil.

Evidentemente, las peleas, los golpes, las burlas… son cosas que ocurren entre niños mientras aprenden a regular los conflictos o las situaciones de mucha activación de forma respetuosa, pero que sean comportamientos normales en la infancia no significa que los que tengan que resolver o gestionar ellos siempre.

Es decir, aclara Cazurro, que sean comportamientos propios de la infancia no quita nuestra responsabilidad de encargarnos de lo que sea necesario, bien sea supervisando el conflicto, intermediando o poniendo límites e interviniendo como sea necesario para que resulte menos probable que se maneje de la misma manera en el futuro.

Nuestro papel como adultos es comprender la importancia de actuar como modelo y que nuestros hijos sientan que pueden contar con nosotros si lo necesitan, tanto si los están invadiendo como si son ellos los que están haciendo daño a otros.

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