La relación de los niños con altas capacidades y el colegio no siempre es la que solemos imaginar. Aunque muchos piensan que estos alumnos disfrutan sin problemas, lo cierto es que sus emociones son complejas: desde rabia y desmotivación hasta ilusión y disfrute. Entender cómo viven la escuela es clave para acompañarlos mejor.
No todos los casos son iguales. Conviene recordar que no existen dos niños con altas capacidades iguales. Aunque comparten ciertos rasgos, cada uno vive las experiencias a su manera, y lo que para unos supone entusiasmo, para otros puede convertirse en frustración.
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En el contexto escolar, muchos profesionales coinciden en que las emociones que predominan suelen ser negativas: aburrimiento, desmotivación, sensación de no encajar o incluso fracaso escolar. No es una opinión aislada, sino la conclusión a la que llegan orientadores y especialistas que trabajan día a día con estos alumnos. Estos advierten a menudo de que muchos niños brillantes con altas capacidades acaban sintiéndose fuera de lugar en el colegio.
Ahora bien, también hay casos en los que el colegio se convierte en un espacio positivo. Algunos niños con altas capacidades disfrutan de su experiencia, se sienten estimulados y encuentran un entorno en el que florecer. Yo mismo lo veo en casa, con mi hija, aunque sé que ese bienestar no siempre está garantizado y que puede esconder ciertos retos que conviene tener presentes.
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Cinco emociones relacionadas al colegio
La experiencia escolar de los niños con altas capacidades suele ir acompañada de un abanico emocional intenso. Entre esas emociones predominan las que pueden afectar de forma negativa a su autoestima y bienestar, aunque también encontramos casos en los que el colegio despierta curiosidad y motivación.
Estas son algunas de las más habituales.
Rabia
La rabia es una de las emociones más frecuentes. Puede parecer que estalla sin motivo, pero en realidad suele ser una forma de liberar tensiones acumuladas en clase. Beatriz Belinchón, especialista en altas capacidades, explica que los niños “aprovechan cualquier motivo externo para liberar su emoción interna”.
En esos momentos, el acompañamiento adulto es esencial: escuchar, validar y conectar con lo que sienten, siempre cuidando desde qué emoción respondemos nosotros.

Desmotivación
El aburrimiento y la falta de interés son habituales. Estos niños pueden desmotivarse porque ya dominan los contenidos, porque no conectan con la forma en la que se enseña o porque no se atienden sus necesidades específicas. La falta de adaptación curricular es un factor recurrente.
Tal como recuerda la especialista Ana Isabel Fraga, la desmotivación también puede deberse a la presión del perfeccionismo, al miedo al error, a la falta de integración o a intentos de “motivación” poco adecuados.
Frustración
La enseñanza basada en la repetición choca con su manera de aprender. Necesitan comprender el sentido de lo que hacen, no repetir mecánicamente. Cuando esto no ocurre, la frustración se multiplica y puede transformarse en rabia o desmotivación.
Un ejemplo real es el de una niña que, al enfrentarse a ejercicios repetitivos como dictados de números, decía entre lágrimas: “No sé para qué es esto”. Su demanda es clara: razonamiento, lógica y sentido en el aprendizaje.

Soledad
Muchos niños con altas capacidades también experimentan soledad en el colegio. A veces porque no se sienten comprendidos, otras porque prefieren la compañía de adultos o niños mayores. También puede influir su tendencia al liderazgo social, que los convierte en blanco de burlas, o la envidia por sus buenos resultados académicos, que incluso puede derivar en acoso.
Todas estas situaciones dificultan sus relaciones sociales y alimentan la sensación de aislamiento.
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Curiosidad
No todo es negativo: algunos alumnos con altas capacidades sí disfrutan del colegio. La curiosidad y las ganas de aprender aparecen especialmente cuando encuentran docentes que reconocen y atienden sus necesidades. En esos casos, el aula se convierte en un espacio estimulante, que despierta motivación y entusiasmo por descubrir cosas nuevas.
Eso sí, conviene observar si ese interés proviene realmente del aprendizaje o si responde más a la parte social de la vida escolar.
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